La jetée (1962)

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Si pudieses viajar en el tiempo, ¿qué harías? ¿a dónde irías? ¿qué repercusiones tendría tu presencia? La posibilidad de los viajes temporales ha sido casi desde sus inicios un tema recurrente para la ciencia ficción. En 1895 el gran H.G Wells ya conjeturó sobre este tema en su novela La máquina del tiempo, la primera en hablar sobre el tema. Decenas de escritores y cineastas han reflexionado desde entonces sobre la posibilidad de viajar a otra época y todo lo que podría suponer para el mundo y para los propios viajeros. En La Jetée (1962) Chris Marker nos da una de las visiones más sombrías del viaje en el tiempo.

TLLDM JetéeLa película, que Marker denomina como fotonovela, puesto que está compuesta exclusivamente de imágenes fijas acompañadas por una excelente banda sonora y por la voz de un narrador, explica la serie de fotografías como si de los recuerdos en un álbum se tratase. Juega con la idea de que los recuerdos son fragmentarios y no siempre lineales, lo que puede hacer la historia un poco caótica al principio.

Cuenta en sus 28 minutos la historia de un hombre que vive en un París post apocalíptico tras una guerra nuclear, donde la gente se refugia bajo tierra de la radiación exterior. El protagonista es un prisionero obsesionado con una imagen de su infancia: Una mujer que espera en el aeropuerto de Orly y un hombre que cae muerto a sus pies. Debido a esta obsesión con el pasado, será elegido como cobaya humana para llevar a cabo una serie de experimentos que le permitirán viajar en el tiempo, al pasado y al futuro en busca de ayuda para su situación actual.

El protagonista es sometido a experimentos para viajar en el tiempo

Primero viajará al pasado, a la época de su infancia, donde conocerá a la mujer de su recuerdo. Tras varios viajes, entabla una relación con ella, que le llama «su fantasma» puesto que aparece y desaparece de su vida de improviso. Cuando la conexión con el pasado es suficientemente fuerte, el protagonista es enviado al futuro, verdadero objetivo del experimento. Los seres humanos del futuro le reciben y prometen entregarle una fuente de energía que salvará a la gente de su tiempo, pero le prohiben que vuelva allí otra vez.

El viajero conoce y se enamora de la mujer del pasado

A su regreso a su tiempo, los servicios del viajero ya no resultan necesarios y es relegado a otra zona del campamento. Pero él añora a la mujer. La gente del futuro, que también posee la habilidad de viajar en el tiempo, le da la oportunidad de marcharse con ellos y vivir en su pacífica sociedad, pero él declina la oferta y les suplica que le lleven de vuelta una vez más al pasado, con la mujer a la que ama. Así se encuentra en el embarcadero del aeropuerto de Orly y al ver a la mujer, reconoce el momento que ya ha vivido. Aun así, su deseo por volver a verla hace que corra hacia ella. Cuando ve al hombre que le ha seguido desde su tiempo, ya es demasiado tarde. Al caer al suelo, justo antes de morir, se da cuenta de que el hombre al que vio perder la vida de niño es él mismo. En el fin, asume que nadie puede escapar de su destino.

La originalidad de La jetée ha inspirado a autores posteriores, como el italiano Darío Argento o el japonés Mamoru Oshii, que en su película The red spectacles (1987) realiza un homenaje a la última escena de La jetée. Pero el más evidente es la adaptación que Terry Gilliam hizo de la historia en 1995 con Doce monos (Twelve monkeys), la cual a su vez ha sido adaptada recientemente como serie de televisión. Si esta última será capaz de adaptar la poesía que destila La jetée o se quedará en la lectura más superficial de la película que le dio origen, aun está por ver.

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